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Crónica de una fiesta en el Pedregal.

Hace 10 años mi amigo Daniel y yo nos fuimos a la aventura de vivir en el D.F. hoy CDMX, año 2010.

Jóvenes con sueños por realizar y traumas por superar, aunque estos últimos no lo sabíamos.

Es una larga historia de contar nuestra llegada a la ciudad así como también distintas aventuras que vivimos.

Por lo que me enfocaré en una que sin duda recordamos ambos.

Al estar buscando oportunidades de crecimiento económico conocí a una persona que para fines de esta historia llamaré simplemente José.

Mejor Pintor de México
Daniel y yo en Palacio de Bellas Artes

No sé si algún día lo lea y se entere que me refiero a él.

El contacto con esta persona fue bastante enriquecedor.

En aquel lejano 2010 todavía mis pensamientos eran los de desarrollar un arte social y revolucionario.

Arte revolucionario del siglo XXI, un nuevo muralismo y cosas así que hicieron clic con esta persona que conocimos.

En algún momento le mostré mis pinturas por internet. En aquel tiempo comenzaba mis primeros videos, lo conocí a través de YouTube.

A este cuate le encantaron mis cuadros.

Se refería a ellos como algo “¡muy chingón!”, así con esas palabras y expresión, mismas que usaba su papá que también conocí después.

En ese tiempo no era consciente de mi pensamiento de “pobreza”.

Por lo que percibía una diferencia socioeconómica entre José y nosotros, es decir.

De alguna manera eso me hacía “ruido” aunque no tenía muy claro en qué sentido.

Mejor Pintor de México
Daniel y yo en alguna fonda de mariscos en CDMX

José era extrovertido, seguro de sí mismo, hablaba con elocuencia y mucha energía. Era fuerte al saludar.

Sin embargo cuando hablaba con él por teléfono parecía olvidarse de mi.

Y después de contarle una larga historia de cómo nos conocimos ya me recordaba, “si we, tus cuadros están muy chingones!”, solía decirme.

Hasta aquí debo aclarar que lo “conocía” solo por internet y teléfono. No había smartphones ni whatsapp y Facebook no era tan popular como ahora.

Daniel y yo vivíamos con preocupación económica y a veces nuestra mente estaba muy ocupada en cosas sin sentido, lo cual nos restaba mucha energía.

Parecía que estábamos resistiendo a algo que debíamos superar, aunque sin saber qué.

También que esperábamos la llamada del millón que no sacaría de ese encierro mental y… económico.

Una noche mientras no recuerdo qué estábamos haciendo, recibo una llamada de José.

Era muy raro que él me llamara ya que era yo el que me comunicaba con él. En sí, creo que fue la única ocasión que él me llamó.

Me dijo, “we, el sábado hay fiesta para que te vengas”, le conteste que gracias y que si podía ir con mi amigo Daniel, “si we”, me contestó.

*Si eres de otro país, la palabra we es la abreviación de wey o güey. Expresión coloquial para referirnos en confianza unos a otros*

¿En dónde es José? le pregunté. “En el Pedregal” me contestó.

El Pedregal, o mejor dicho Pedregal de San Ángel es una de las zonas residenciales más exclusivas del país.

Donde viven millonarios e incluso han llegado a vivir artistas y políticos.

¿Qué íbamos hacer dos personas comunes en una fiesta en el Pedregal? ¿Comunes? ¿Realmente éramos comunes? No, pero no lo sabíamos.

No recuerdo exactamente cómo llegamos. Es decir, ni que metro, ni que autobús abordamos.

Mejor Pintor de México
En algún día andando en metro hacía el sur de la CDMX

Abordamos un taxi al final que recuerdo hubo necesidad de tomarlo para entrar al Pedregal pues caminando parecía imposible por lo grande de la zona residencial.

Algo que me preocupaba era que gastamos en el taxi pues “eso era para comer” y a la vez lo olvidaba con la idea de: ¡pero vamos a una fiesta al Pedregal!

También, “al ponerle saldo al celular” para poder comunicarnos con José y con la sensación de que ese gasto hubiera sido para comer.

¡Pero vamos a una fiesta del Pedregal!

Por un lado nos quedábamos sin dinero y por otro la emoción de una aventura más.

Ya era de noche y entramos a la zona residencial.

Las casas eran inmensas a mi percepción de entonces y así las sigo recordando.

Mientras caminábamos buscando el domicilio exacto, al mismo tiempo en mi mente llegaban pensamientos encontrados.

Por un lado mi René Rojo Revolucionario criticando el lugar y por otro lado, me gustaría vivir en una casa así, ¿por qué no?

Ahora pienso totalmente distintas ambas cosas.

Mejor Pintor de México
«Los Siqueiritos», foto que nos tomamos en el MUNAL

Las calles estaban vacías.

Algunas casas parecían fortalezas e incluso no se percibía algún sonido que emanara de ellas.

Pude observar que la mayoría tenían sus jardines amplios a la entrada y la casa estaba hasta el fondo, la fachada solo era la entrada al jardín.

Eso explicaba porque no se escuchaba sonido alguno provenir de ellas.

Nos perdimos y un guardia en una caseta nos ayudó a llegar, mientras tanto esperaba que José me llamara porque mi saldo se había terminado.

Como dato curioso en algunas casas había escoltas con armas largas en la parte de arriba, a veces en las terrazas y otras en el techo.

Al fin llegamos a la casa de la fiesta.

Ya se escuchaba la música y el murmullo.

Había un par de escoltas, altos, de traje negro vigilando la entrada y otros arriba que si mal no recuerdo también estaban armados.

Por un momento pensé ¿qué demonios hacemos aquí?

Un hombre era el que recibía los invitados.

Saludamos y le comentamos que veníamos a la fiesta. En sus miradas se percibía algo.

Bueno, de los escoltas no recuerdo exactamente pues tenían gafas oscuras, pero su lenguaje corporal indicaba que nos observaban de manera peculiar.

Sin duda era por nuestra ropa. Nunca pensamos en llevarnos ropa a la aventura para una posible fiesta. Así que quizás era eso.

Ropa muy ordinaria para la ocasión.

Le dije en tono seguro, “venimos a la fiesta”. ¿A qué nombre? Me preguntó. René Linares.

Buscó en la lista, pasó algunas hojas y contundente me dijo. No está en la lista, no puede pasar.

Soy invitado de José, podría llamarle por favor. No pueden pasar, insistió.

Comencé a molestarme.

Caminamos mucho para encontrar la casa, nos perdimos, “perdí mi saldo”, “perdimos dinero”, estaba muy lejos de donde vivíamos y apenas teníamos para el taxi de regreso (que era para comer).

No estaba dispuesto a quedarme si entrar.

En ese momento aparece José, que por alguna razón fue a preguntar algo a la persona que no nos dejaba entrar.

Me ve y como si me conociera de toda la vida me saluda efusivamente con un abrazo y me pregunta ¿por qué no te pasas?.

Le dije que no me dejaban entrar por las razones ya contadas.

Se dirigió a la persona con la lista por su nombre y en tono de regaño le dijo, ¿sabes quién es?! ¿sabes quién es?! No señor José, le contesta agachando la cabeza.

“¡¡¡Es el mejor pintor de México!!!”

Daniel y yo nos miramos ante la escena surrealista que se estaba presentado.

El guardia se disculpó con José diciendo, “Perdón señor José, no sabía» Se dirige a mi y me dice, perdón señor. No se preocupe le contesté.

Daniel y yo afuera del Palacio de Bellas Artes

Entramos a la casa y parece que entramos a otra dimensión. Sin duda así lo fue, pero tampoco lo sabíamos.

José nos mostró la mesa de bedidas.

“We, hay de todo, tequila, vodka, whisky, ron lo que quieras cabrón”. Se me acerca al oído y en voz baja me dice: “Hay perico también we, nomás me dices”.

Era la casa de uno de sus amigos. Creo que fue el cumpleaños de uno de ellos.

La casa tenía un jardín muy amplio y una terraza. Había meseros para atendernos.

Eventualmente llegaban los invitados. Hombre y mujeres más o menos de nuestra edad, entre 25 y 30 años aproximadamente.

Nos sentamos Daniel y yo y comenzamos a beber. José se veía contento y con todos sus amigos invitados era muy efusivo.

Tenía ese toque de liderazgo de “se hace lo que yo diga”. Se percibía que sus amigos lo admiraban y querían.

Daniel y yo comenzamos a charlar de ya no recuerdo qué.

En algún momento José se sentó con nosotros y hablamos de pintura. Era muy conocedor.

Charlamos principalmente de la función social del arte y la necesidad de un líder revolucionario en el arte.

Ya entrados en temática, José nos iba a realizar una confesión, del por qué del levantamiento Zapatistas de 1994.

“Les voy a decir la verdad, yo estaba con el presidente cuando recibió la llamada del levantamiento, saben, la verdad es…” su mirada se perdió en su vaso con whisky.

Se retiro sin decirnos «la verdad».

Ya solos, Daniel retomó el tema de la entrada, sobre todo la parte de “El mejor pintor de México”. Nos reíamos de eso.

Sin embargo no terminó ahí.

Cada invitado que llegaba, José se acercaba a nuestro lugar y me presentaba con ellos. Literalmente con cada uno. De manera obsesiva podría decirlo.

“Ven we, te quiero presentar a alguien”.

Me llamaba José y yo solo me paraba. Se acercaba y les decía tranquilamente y con voz relajada, “Te voy a presentar a alguien we”.

Esto lo repetía contento entre dos o tres veces mientras se aceraban a mi.

Su amigo o amiga con quien se acercaba a mi tenían cara de “me va a presentar a alguien importante” y esto acompañado de una sonrisita inocente.

Y una vez estando frente a mi gritando les decía “Te presento al ¡Mejor Pintor de México!”

Y así sucesivamente la misma escena con cada uno de sus invitados.

Yo solo me paraba, sonreía, saludaba y José gritando “¡El mejor pintor de México!”

Sus invitados me daban la mano para tocarme y se daban la vuelta contentísimos de haber conocido al “¡mejor pintor de México!”

Otras veces José decía suavemente “el mejor pintor” y gritando terminaba su frase ¡de México!”.

Luego también pausado con grito “el – me – jor – pin – tor ¡de México!”.

Comenzó a ser molesto esa situación sobre todo por la manera obsesiva que sucedía.

Hubo un tiempo en Daniel y yo solíamos beber y charlas por horas de diversos temas, principalmente de Arte.

Al cabo de unas horas José ya estaba borracho y nosotros también… así que me convertí en el “¡mejor pintor de México!” y saludaba a todos como tal.

Recuerdo que unos de sus amigos se me acercó tranquilamente y me pregunta “oye, ¿tú eres el mejor pintor de México?” si claro, le contesté.

Me toma de la mano y súper contento me dice “Que gusto conocerte. Si José dice que eres el mejor pintor de México, es porque es cierto”.

Llegó la hora de regresar a casa. Estábamos ya muy borrachos. Daniel no paraba de decirme “¡vengo con el ¡mejor pintor de México!” o algo así…

José y sus amigos en uno de sus coches nos acercaron al periférico para tomar un taxi de regreso.

Dentro del auto José me toma la mano y me dice “toma cabrón, para el taxi, se que no traen y les va ayudar”. Eran 200 pesos. Ya tenemos para comer, pensé.

Íbamos rápido y vimos un taxi. El amigo de José que iba conduciendo tocó el claxon pero no se detuvo.

Así que aceleró y le “dio el cerrón”, creo que eso era de una película pero mi recuerdo así era.

El taxi se detuvo. Nos bajamos del auto del amigo de José y abordamos al taxi.

Entre gritos de alegría borrachera nos despedimos.

Dentro del taxi pude notar el rostro de susto al taxista.

Nos preguntó ligeramente agitado. “¿Son sus amigos?” Si, claro. Venimos de una fiesta del Pedregal. En tono altivo contestamos.

¿Pero ya se van? nos preguntó. Sí, solo nos dejaron aquí. ¿Entonces ya no van a regresar por ustedes? preguntó de nuevo. No, ya vámonos.

Es que ahí donde me interceptaron dejé a una señora con dinero. Vino a recoger a un familiar que le secuestraron.

Y pensé que ustedes eran los secuestradores que venían por mi. Nos dijo el taxista.

Con esas palabras nuestra borrachera se bajó casi al instante.

Con palabras que no recuerdo, tratamos de calmar al taxista y que nos tuviera confianza.

Así terminó la noche en que fui el mejor pintor de México.

No he vuelto a ver a José desde entonces y perdimos comunicación.

Aprendizajes que tengo de esta experiencia son muchos.

Sin embargo me quedo con la enseñanza que hay personas que ven nuestro brillo y que en ocasiones no estamos preparados para verlo nosotros mismos.

Son «probaditas» del universo para mostrarnos hasta donde podemos llegar.

P. D. No tengo fotos de la fiesta ni con José. Aunque llevaba mi cámara de bolsillo, me daba pena (e incluso miedo) sacarla por el contexto de la fiesta y situación.

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Otra de mis anécdotas:

Experiencia Madonnari | Mi Primer Vez ¿Cómo fue?

El día que JODOROWSKY me leyó el TAROT

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