Te comparto mi primer experiencia madonnari. La ocasión en que por primera vez pinté en el suelo. No comencé Solo.
La primera vez que vi pinturas en el suelo me fueron mostradas por mi hermano en internet allá en los años 90´s.
Me parecieron maravillosas las obras que vi, ya que eran en 3D y hasta recientemente supe que eran de Julian Beever.
Mi hermano me dijo ¿por qué no haces algo así? Y pensé, algún día.
Pasaron los años y olvidé de alguna manera ese pensamiento.
Hasta que en Guadalajara, ciudad donde vivo, me encontré con el artista Michael Kirby pintando en el centro.
En alguna ocasión le pregunté algunas cosas sobre el proceso de su trabajo. Quizás fueron las primeras nociones que tuve, aunque las olvidé pronto.
Ya se despertaba más mi interés por pintar en el suelo.
En el año 2010 tenía cuatro años de haber concluido mis estudios de la Licenciatura en Artes Visuales Orientación Pintura.
Durante mi etapa estudiantil ya organizaba exposiciones, exponía en foros importantes de la ciudad y ganaba reconocimiento.
Entonces me di cuenta que tenía un conflicto interno.
Una parte de mi deseaba hacerlo y a otra parte de mi le parecía vergonzoso.
“¿Cómo un artista va pedir dinero en la calle?”
Frase cargada de prejuicio y que reflejaba mi “educación” que tuve en la Escuela de Artes Plásticas.
En aquellos tiempos nos enseñaban que “los artistas no son artesanos, que no pintan en serie, que los artistas callejeros no son artistas, que el arte no es para el pueblo sino elitista” ideas que afortunadamente pude transformar.
El contexto de mi vida personal y profesional en ese año era muy distinto a los anteriores.
Viví unos meses en la CDMX y un mes en Tepoztlán, Morelos.
Me fui a la aventura con mi gran amigo Daniel García y hubo días que pasamos un poco de hambre.
Conocí a David Constantino Siqueiros (pero esa es otra historia).
No salí en listas en la Maestría en Artes Visuales de la Academia de San Carlos y pasaba por problemas personales intensos por lo que decidí regresar a Guadalajara.
Una vez de vuelta a Guadalajara organicé una exposición individual para expresar mis vivencias en aquella aventura, sin embargo dentro de mi no me encontraba satisfecho.
Le perdí sentido a la exposiciones de arte y a pintar cuadros… con esa sensación extraña deseaba darle un cambio a mi pintura y vida como artista.
Y entonces un día de esos me contacta una ex compañera de la universidad, Adry del Rocío, a través del antiguo messenger.
Me dijo que estaba organizando un festival de arte en el piso y que quería reunir la mayor cantidad posible de artistas interesados.
Fue entonces que sentí que era la oportunidad de experimentar ese algo diferente y ¡en el suelo como me imaginaba!
Me quité los prejuicios y me abrí a vivir la Experiencia Madonnari.
Invité a mi hermana (Luisa Linares) a participar conmigo ya que era posible hacer equipo de dos personas. Nos inscribimos y fuimos seleccionados.
Y así nos dimos cita un viernes por la tarde en la explanada del Instituto Cultural Cabañas en Plaza Tapatía.
El evento fue “Colores de Jalisco, Festival Internacional de Arte Sobre Piso”.
Nos organizamos mi hermana y yo. Ella iba hacer el fondo y yo la figura principal.
Elegí la Sibila de Libia de Miguel Ángel. Nos inscribimos en la categoría de Maestros del Renacimiento o algo así era el nombre de la categoría.
Dentro de mi pensaba y con arrogancia “es gis pastel, durante años pinté gis pastel, esto será sencillo”.
Al ver el cuadrado trazado en el piso lo percibí muy pequeño, pensé “¿tenemos dos días y medio para esto?, en unas horas lo terminamos”.
Onservé que algunos usaban guantes, pensé “Es mejor con los dedos directamente, eso de guantes es para delicados”.
Tampoco quería cuadricular «eso es para principiantes», pensaba.
Me di cuenta que era molesto pintar con tierra que el viento traía. Hacía mucho calor lo cual comenzaba a estresarme.
Era incomodo el suelo y no lograba los efectos que deseaba.
Mis trazos eran torpes y malogrados. Estaba ligeramente pasado de peso, lo suficiente para incomodarme e impedir moverme libremente por el suelo.
El viento soplaba en momentos y volaban nuestras cosas, no usé bloqueador solar y mis brazos me ardían.
Y así fueron mi sensaciones, pensamientos y emociones durante el primer y segundo día.
Estaba por tirar la toalla. ¿Esta era la Experiencia Madonnari que quería?
Mi ego se desinfló y “caí”. Me di cuenta que esto era diferente, que no era cualquier técnica de pintura.
No aguantaba más, descansé un poco reflexionando lo que me ocurría.
Caminé para ver el trabajo de los demás incluyendo los de exhibición.
Al verlos vi un trabajo sumamente limpio, con trazos depurados, efectos muy bien logrados.
En cambio nuestro trabajo estaba sucio, errores anatómicos que no podía resolver por la textura del suelo (o eso era lo que creía), pinté seis dedos en un pie.
Estaba agotado, triste, enojado, mi ego estaba herido.
Decidí “rendirme” y terminar la pintura.
Acepte que esto era completamente distinto y que mis años como pintor, donde me creía experimentado, se esfumaban. Encontré la humildad.
Mi hermana sin duda percibió todo eso, incluso comenté cosas con ella.
De alguna manera me apoyó para poder centrarme y enfocarme. En todo momento fue un gran soporte para poder terminar la pintura.
Entonces el objetivo se convirtió en solo terminar antes del tiempo marcado y lo mejor posible.
Comprendí que tenía mucho por aprender, que era comenzar casi de cero una nueva disciplina, un nuevo arte, una nueva expresión para mi.
Fueron dos días y medio de fiesta, el festival fue un éxito, había música, mucha gente contenta.
Paso a paso hacía más consciencia del proceso para hacer este arte.
Noté que la perspectiva cambia al tenerla tan cerca de nuestra vista y tan amplia dificulta su correcta observación de lo que se dibuja.
Note que el gis pastel había que manejarlo bajo una técnica específica y no como se trabaja en el papel. Pensaba “debe haber un truco para esto”.
El spray fijador pensaba que estaba de más, ayudo poco aunque comprendí que también era saber usarlo de manera diferente al papel.
En suma, fueron muchas cosas que en ese tercer día se me abrieron los ojos y comprendí más de lo que se trataba estar pintando en el suelo.
Ver el rostro de las personas, la alegría que se hacía con el público, la interacción.
La convivencia positiva con los demás artistas, era un mundo nuevo y diferente para mi.
Entonces comencé a tenerle gusto y así con ese ánimo terminamos nuestra reproducción agotados, con calambres en las piernas y los dedos sangrados literalmente.
Así me enamoré del Madonnari.
Mi sensación fue como de un niño que se avienta de un paracaídas donde siente miedo, dolor y que al tocar el suelo de golpe dice “¡otra vez!”
Y esa otra vez se repitió cada año.
Comencé a estudiar de donde venía este arte, conocí festivales que se hacían en otros estados de México así como en otros países.
Los primeros años era como pintar algo extra, un experimento.
Sin embargo crecía mi pasión por el Madonnari hasta que llegó el momento en que dentro de mi decidí llamarme madonnaro.
Continuamos mi hermana y yo haciendo más obras juntos hasta el 2014 donde cada quien comenzó hacer sus propias obras por separado.
Ella actualmente está desarrollándose como ilustradora.
En mi caso seguí soñando en el madonnari y me planteaba objetivos locales, después nacionales y finalmente internacionales.
He participado en casi todos los festivales de México, en algunos más de una vez, en Estados Unidos y en Europa.
También cumplí el sueño de participar en el festival Madonnari más importante del mundo, el Incontro Nazionale dei Madonnari en Italia.
El Arte Madonnari para mi no es solo una acción de diversión.
Es la disciplina que me “salvo”. De encontrarme perdido y desilusionado sin saber que hacer con mi arte, en el Madonnari encontré respuestas.
Encontré un arte que me hace sentirme pleno como artista.
Soñaba con socializar el arte y el Madonnari aporta eso. Llega a las masas de una manera sencilla y práctica.
Rompe el paradigma del artista sagrado en su taller. Me convertí en un artista que le gusta compartir en la calle, me reconcilié con mi interior artístico.
He podido viajar y conocer más lugares. Amigos y amigas de otras partes de mi país y el mundo.
Me ha ayudado a crecer como persona y espiritualmente.
Es por eso que seguiré pintando Madonnari el resto de mi vida, con Amor y Pasión y continuar compartiendo lo que hago y mis conocimientos para quien desea aprender este noble arte.
Madonnaro soy, grazie.
René Linares, 05.12.18
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Tizatlán Madonnari – El Lugar de la Tiza